Saber o no saber
Recuerdo cuado nos veíamos, cuando nuestras miradas se encontraban y asentían la una frente a la otra con ansias de rozarse. Recuerdo cuando me acercabas a tu cuerpo y teniéndote tan cerca no podía evadirme de tu olor. Recuerdo cómo me mirabas entonces, cómo en tus ojos podía observar tus ganas de sentirme. Y teniéndome en esa corta distancia tan peligrosa que siempre incita a acercarse, al final me besabas impreriosamente, regalándome tu boca, entregándome todo tu cuerpo y yo me dejaba llevar. Cerraba los ojos y me perdía en el mar de las sensaciones, sentía ahogarme de amor.
Sé cómo entrelazaba mis dedos en tu pelo y cómo era el roce de tu barba en mis manos. Sé sin cerrar los ojos cómo se dibuja cada línea de tu cuerpo, cómo hay que acariciar tu piel para que se erice bajo mis caricias. Sé cómo tus manos me buscaban, sé cuánto me apretabas para que ese momento nunca terminase. Sé cómo me mirabas y cómo mis ojos aprendieron a mirarte. Sé que jamás volveré a sentir una mirada así posándose en mí, en mi cuerpo; atravesándome entera. Y sé que aunque no hablásemos, aunque estuviésemos tensos, los dos sentíamos lo mismo. Y lo sé todo, porque era algo único. Porque a veces no hay que hablar. A veces sólo hay que sentir. Y parece que tú eres el maestro de mis sentimientos.
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