Mi cielo
Cuando miro al cielo, abro bien los ojos para buscarte y siento cómo en un principio, mi cuerpo se tensa ante la larga espera que me supone encontrarte. Tengo que contar hasta diez, cerrar los ojos una vez más y volver abrirlos guiándome por el corazón. Mis ojos hacen un barrido lento, estrella por estrella, desmenuzando el cielo y al final, siempre te encuentro. Brillas mucho. Y me gusta mirarte porque me transmites tranquilidad y una sensación de paz indescriptible. Respiro despacio. Lento.
Me siento en el césped y sigo mirando el cielo empedrado mientras pienso en qué tal estarás, en qué se sentirá estando allí arriba viéndolo todo, viéndonos a todos. Tengo que confesarte que pienso muchas veces en ti y aún tiemblo cuando miro atrás. Aún encuentro en mi memoria miles de recuerdos en los que hacerte presente. En ocasiones, tengo que despertar dos veces para darme cuenta de que sí, de que ya no estás y me sigue costando asimilarlo; me sigue pareciendo injusto y sigo sin entender el por qué.
Ahora mismo suena Lucha de gigantes y...ves? Otra vez estás presente. El otro día caminando por Budapest, vi un cartel que ponía Parov Stelar y viniste a mi mente. Y ayer, mientras bailaba en una cena, de nuevo te recordé bailando a tu aire en el medio de la pista, dejándote llevar; y aunque es extraño, logré sonreír porque me doy cuenta que todos los recuerdos que tengo, todo lo que al final has dejado en mí son recuerdos llenos de luz. Con el tiempo, todo se ve diferente. Con el tiempo, todo se echa de menos. Pero con el tiempo, también me doy cuenta que no se puede olvidar aquellas personas que marcan nuestra vida; en este caso, de la mía.
Sigo embobada mirándote. Podría encontrarte a simple vista entre todo el firmamento. Tal como ocurrió aquel día. Brillabas. Y yo sólo busco algo que me sirva como luz.
Sigo embobada mirándote. Podría encontrarte a simple vista entre todo el firmamento. Tal como ocurrió aquel día. Brillabas. Y yo sólo busco algo que me sirva como luz.
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