Un día cualquiera a una hora indeterminada
Era un día cualquiera de una semana cualquiera. Parecía que esa semana era una semana sin más, sin nada a destacar, sin nada que relucir. Pensé, mientras volvía a casa caminando por las calles empedradas del pueblo, lo aburrida que puede ser a veces la vida. También lo injusta. Me paré en mitad de la calle y me fijé en cuanto había a mi alrededor. Observé cómo la gente caminaba sin rumbo, sin destino. Me fijé en grupos de personas, todas ellas en movimiento buscando salida al laberinto. No sé, era como un caos social donde cada uno busca su lugar. Ese día lo veía todo de forma diferente, distinta; era como todo más pesado, más costoso, más inquietante y más desalentador. Porque sí. Pensé en mí y en mi vida. ¿Qué narices? Si es que mi vida es como un sube y baja; una montaña-rusa con billete indefinido en el que un día estás a tope y al día siguiente pides otra vuelta porque ésa no ha sido suficiente, porque no te ha puesto los pelos de punta. Y yo, yo quiero pelos de punta todos los días, quiero sorprenderme a diario, quiero gritar, bailar y reírme hasta que me duela la mandíbula, hasta que se me ponen los ojos achinados. Hasta que no pueda más. Hasta llorar de alegría, hasta no poder más y pegarme una jartá de reír.
Estuve un rato así, como una tonta, parada allí en medio observando todo este panorama. Me gusta fijarme en las personas. Me gusta pensar hacia dónde van, qué hacen, a qué se dedican...incluso, me invento historias para ellas. Pienso en que ese día esa chica que se retoca el pintalabios rojo con esmero mientras camina apresuradamente, ha quedado para una cita y pienso cómo será la persona que la esté esperando con las ansias palpitantes de quitarle ese tinte rojizo a besos, sin más dilaciones. O a mordiscos. Me imagino un gran encuentro para ella.
El caso es que me gusta esto de pararme de vez en cuando a ver cómo la vida se desenvuelve a mi alrededor. Me gusta observar todas esas personas con sus vidas a cuestas y de un lado para otro en un ajetreo continuo por llegar a tiempo a todo. Me gusta pensar que de vez en cuando todos necesitamos parar y ver hacia dónde vamos. Y me gusta esto de tejer el día a día con pequeñas historias como ésta.
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